
Persistentes, optimistas, fieles devotos de los jóvenes y creyentes a ultranza de cuanto se trabaja por hacer una Cuba más próspera, no detienen su quehacer cotidiano, por fuerte que puedan soplar algunos vientos.
La gestión de estos tres fundadores de los órganos del Poder Popular, delegados desde hace casi 47 años, no ha estado exenta de difíciles momentos, marcados por el denominado periodo especial y el recrudecimiento del bloqueo estadounidense contra Cuba.
Este año 2023, cuando se ha convocado a elecciones nacionales para elegir, el 26 de marzo, por el término de cinco años, a los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, sus historias de vida pueden resultar inspiradoras para los compañeros que comparten desafíos o se inician en este camino.
FUERZA DE PUEBLO

Lorenzo Fernández Martínez nació 19 años antes de que triunfara la Revolución que Fidel hizo germinar en la Sierra Maestra, bajó al llano y regó por toda la Isla, siempre fortaleciendo estructuras y dándole voz al pueblo, como ocurrió aquel 10 de octubre de 1976, con la idea del delegado del Poder Popular.
Entonces Lorenzo tenía 27 años y andaba con su mochila llena de sueños que, después, como delegado, llenó de realidades y anécdotas aprendidas en el contacto social directo.
«Yo no sabía qué hacer en los inicios de aquellos años. Después, con el tiempo, aprendí muchos conceptos y los llevé a la práctica, como el de trabajo comunitario integrado, muy actual, y con el cual el delegado logra mayor inserción de la comunidad en la solución de los problemas y los planteamientos.
«De ahí surge, no solo la solución material, sino también la espiritual, porque al trabajo se incorpora un grupo de personas que ayudan, dan ideas y, de conjunto con los vecinos, solucionan problemas.
También comparte la máxima martiana que lo ha guiado: «El gobierno de los pueblos es un encargo y solamente gobiernan a los pueblos quienes los reflejan».
Para él constituye honor y orgullo haber podido transitar por las diferentes etapas del sistema de Gobierno cubano y haber aprendido a trabajar con la población, de modo que ha logrado la inserción de los electores en la solución de los problemas de la comunidad y la integración de todos los factores representados en su demarcación.
Él solo no hubiese logrado hacer frente a los múltiples problemas sociales surgidos como consecuencia del paso de fenómenos meteorológicos, acentuados en una zona baja donde son frecuentes las inundaciones en periodos de lluvia y se han vivido experiencias difíciles como el paso de fuertes huracanes como Kate, en 1985, e Irma en 2017, por solo citar dos.
A sus 75 años ratifica el compromiso de permanecer «con las botas puestas», porque el pueblo depositó su confianza en él y no puede defraudarlo. Tiene mucho que aportar y aspira a seguir, mientras la salud lo acompañe y quieran los 685 electores y más de mil habitantes de la comunidad.
Quien quiera ser como «el profesor o el maestro» –uno de los «títulos honoríficos» conferidos por su pueblo–deberá amarrarse bien las botas y andar con pasos de siete leguas.
ZORRILLA Y SU GENTE

Dicen que cuando la última sequía dejó vacíos pantanos, arroyos y embalses, los búfalos de la zona de Anquillero y La 30, en el municipio avileño de Chambas, salieron como fieras del monte, pelaron los cañaverales y los dejaron a la altura del tobillo de cualquier guajiro de la zona.
Hasta por esa razón hubo quien acudió a emitir su queja ante Horacio Zorrilla Moreno, el delegado de la circunscripción 41 desde hace 46 años, donde todos los vecinos lo quieren por humilde, sencillo y por decir las verdades, por no engañar a su gente y por «disparar» directo al pecho cuando debe dar una información.
Y Zorrilla todavía recuerda aquella primera reunión con sus electores, que, de conocidos, con el tiempo han ido pasando a familia. Se puso un pantalón rayado, unos zapatos negros, una camisa a cuadros, la gorra de siempre y se dio un «toque» de perfume Bermellón, por aquellos tiempos la más codiciada de las fragancias, junto al Moscú Rojo.
Había buena asistencia. Zorrilla dio las buenas noches y enlazó las palabras como pudo; sudaba y la voz le temblaba. Aunque tenía 34 años y siempre fue hombre de Revolución, jamás sintió predilección por los discursos, las tribunas y las reuniones. Todavía hoy no se acostumbra.
Cuenta que él se vio obligado a cortar y alzar caña a mano. Estudió hasta el cuarto grado y con la Revolución completó la educación primaria y la media básica, hasta hacerse técnico en cultivo y preparación de tierra.
«En 1976 yo estaba movilizado por las FAR y allá, en la Isla de Turiguanó, me enteré de que en una de las primeras reuniones de nominación había sido propuesto y elegido como precandidato. Acepté, y fui elegido por las masas hasta el día de hoy.
«Tiempos difíciles los primeros, por la inexperiencia; después fui aprendiendo, y de hace unos años volvieron los tiempos difíciles, por el bloqueo, las carencias y la falta de recursos», señala.
Ese es el divino tesoro de este delegado que, a los 80 años, se siente como un roble, pese al accidente que lo mantuvo casi ocho años sin poder caminar.
La electrificación de la circunscripción, en abril de 1985; el acueducto resuelto por aquella época y hoy con cierto grado de deterioro, las dificultades con la vivienda y algunos productos alimenticios, el camino…, son necesidades no resueltas del todo.
EL DELEGADO QUE CANTA Y BAILA

Es difícil no ver a Secundino Isasi Hernández, alias Cundele, auscultando el termómetro del poblado de Bolivia, más allá de la demarcación que delimita, «territorial y sentimentalmente», los edificios de la circunscripción 25.
A Isasi, como le conocen, no le es ajeno ni el más mínimo detalle que ocurre en los siete edificios que dan cobija a 422 electores, porque él suele abrazar a la gran familia y le «da vuelta» a menudo.
«Ya le dije que por Cundele casi no me conocen, pero no me disgusta que me llamen así. Reconozco que Isasi, así no más, es un apellido fácil de pronunciar, y el delegado y sus electores no tienen tiempo para pronunciar palabras extrañas», nos comenta.
Lo de buen comunicador y orador, intuyo, le viene de las FAR, en la que ejerció muchos años la profesión de político de tropas. De la comunicación, dice que, «si hay un arma importante, esa es la palabra, para decir verdades, jamás mentiras».
«Yo tenía 20 años cuando se crearon los órganos del Poder Popular y fui elegido. Andaba de político de una unidad militar cuando el primer mandato.
«Un delegado necesita carisma y ser proactivo, como ha llamado el presidente Díaz-Canel, pero serlo de verdad, no fingirlo. Dar la respuesta oportuna, aunque no esté la solución. Siempre con la verdad en la mano. A la gente no le gusta que la peloteen.
«Cuando triunfó la Revolución yo tenía tres años. Mucho que mi padre me hablaba de antes. Y ese antes era ilustrativo de niños que murieron de hambre, sin escuelas, sin atención médica. Aquí mismo, en Bolivia, había uno o dos médicos. Piensas en eso y el corazón te salta y te deprimes.
«Por eso, para que no haya tiempo pasado, yo atiendo a mis electores, sin mirar el reloj o la hoja del almanaque», agrega.
«Y cuando no haya solución a un problema individual, estarán las manos de los vecinos. Lo que no tiene uno lo tiene el otro. La situación siempre se resuelve».
Cundele, Gardel dijo que 20 años no es nada. ¿Usted qué cree?, le pregunto. «El pobre Gardel…, pero 46 como delegado, sí», responde.
Alto, de extremidades largas, manos grandes. A los 66 años no le duelen ni las muelas, y le siguen gustando las fiestas, el traguito de ron al atardecer y el béisbol. Hasta dice que puede alcanzar las 80 millas en un lanzamiento de pelota, pero eso es lo único que sus electores no le creen.
Tres fundadores de los órganos del Poder Popular reafirman, con su experiencia de vida, el valor de uno de los principios políticos más importantes para Cuba: el único compromiso de la Revolución es con el pueblo.
(Tomado del periódico Granma)
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